Motivos para odiarte

Puede que parezca una tontería que, llegado el momento, uno tenga que remontarse a su pasado para poder explicarse su propio presente y poder adivinar qué será de él, aunque quizá sea mejor no pensar en ello. Sin embargo hay prioridades, y en este momento, tú eres una. De una manera u otra, supe que tarde o temprano pasaría en esto, pero no creía que tuviera que ser tan brúscamente.

Tú y solo tú tienes la verdadera culpa de que ahora yo tenga que relatar todo lo que me hace odiarte, pero bueno quizá así podamos conocernos mejor, ¿o no?

Antes de nada empezaré relatando la verdad sobre por qué me comporto así, al fin y al cabo yo mismo soy otra razón para odiarte, ya que al parecer no soy merecedor de ti, cuando es lo único que quería, y es que ese es otro motivo para odiarte, yo sabía lo que quería, pero tú, en cambio nunca lo has sabido y créeme si digo que lo que querías, aunque sigas sin saberlo, era lo mismo que lo que necesitabas y lo tenías fácilmente al alcance.
Yo, desde que me conoces, siempre he intentado ser innecesario, alguien tranquilo que caminaba por la vida viviendo del optimismo sin querer hacer mucho ruido y pasando de muchas cosas. Pero también sabes que en realidad es mentira, una prueba más de lo bien que se me da mentir, ¿o no recuerdas Francia y ese curioso y repentino cambio? Siempre he controlado mi vida y desde que vine en contra de mi voluntad a este lugar lo he odiado tanto que quise no ser importante, aunque de eso ya estás enterada, ¿verdad?

Sí, he odiado este lugar desde que llegué y, vaya, eso es ya mucho tiempo. Parece que ya me he acostumbrado a odiar, te odio por ello también, por dejarme tanto tiempo sin más sentimiento que el odio. Porque quién sabe… quizá haya merecido la pena venir y conocerte, pero resulta que eso ya no depende de mí.

Mi vida sigue escondiéndote muchos secretos, mientras que la tuya para mí ya es como un diario que he seguido día a día e incluso he repetido algunos capítulos, y por eso, te odio, por no darme la oportunidad a contártela, porque te elegí a ti y no a otra persona, y no es que no haya intentado olvidarte.

Así que por si acaso te ha quedado alguna duda, esta es mi historia, tu historia… Nuestra historia.
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Hace ya tiempo que nos conocemos, pero eso no quita que haya un antes, ya sabes, yo vivía lejos, no tenía ni idea de tu existencia, ni siquiera de este lugar en el que nos encontramos ahora. Yo era un vividor, alguien que cuidaba de sus verdaderos amigos pero que usaba su inteligencia y arrogancia para conseguir todos sus propósitos. ¿Te acuerdas de lo que te dije una vez? Yo nunca perdía una pelea, lo que no te he dicho nunca es que no fueron pocas…

Sí, creo que empezaré por esto:

Hace ya aproximadamente 6 años, uno más o uno menos, da igual, desde que te conocí, el tiempo es relativo.

Como toda la gente de esta etapa es anterior a ti, usaré nombres que quizá no te suenen, al fin y al cabo ya dan igual.

Aun recuerdo aquellas primeras peleas por lo que en aquel momento pensé que era amor, estaba en esa etapa en la que las hormonas te pueden, incluso a mí, como se suele decir: “Nadie es perfecto”.

-Cruz… somos amigos… ¿por qué tienes que hacerlo tan difícil?-le dije a mi viejo amigo, tras la noticia que me acababa de dar en aquel momento.

-¡Oh vamos! Tú sabes que no tienes ninguna posibilidad ni con ella ni conmigo, ¡eres tú quien se la está jugando y ni siquiera tienes motivos! Tú no sabes lo que es estar enamorado de verdad.

Es posible que tuviera razón ahora que lo pienso tanto tiempo después, pero como ya he dicho, ni yo me podía controlar a mí y a mis impulsos. Cruz… mi viejo amigo. Se podía decir que lo nuestro era una amistad rara, pues los dos teníamos personalidades parecidas y quizá nos hicimos amigos por conveniencia mutua, quién sabe. De todos modos se podía decir que él era superior a mí. Una persona más corpulenta ya que tenía un año más que yo, y aunque él no lo quería demostrar, era bastante más inteligente de lo que podía aparentar con su expresión en la cara.

-Quizá yo no sepa lo que es amar, pero sé lo que es querer, y yo ahora mismo la quiero, sabes que no voy a dejar esto así, ¡esto acaba de empezar!- le repliqué con un tono inmaduro.

-Mira… somos amigos y te tengo mucho respeto, si quieres tener una oportunidad, adelante, ¡gánatela, yo no te digo que no! Solo quiero que lo pienses, si de verdad te quieres enfrentar a mí, pase lo que pase podemos acabar muy mal los dos, en todos los sentidos.

-Bueno, a los dos nos gustan los retos, ¿no? Además yo creo que por intentarlo… por ella… ¡Valdrá la pena!

-Tú lo has dicho… pues nada, nos vemos mañana.

-Hasta mañana… amigo.

Los dos nos despedimos estrechando las manos y yendo cada uno por un lado de la calle, los dos sabíamos lo que nos esperaba al día siguiente. Dos amigos nos íbamos a pelear, de una forma u de otra, por el amor de una chica que, por lo que ahora sé, estaba más obsesionada que cualquiera de nosotros, pero su amor probablemente en este momento, siga siendo intangible, y estoy seguro de que esté donde esté, Cruz también lo sabe y no quiera tener mucho contacto con ella.

Recuerdo que al día siguiente me desperté sobre la una de la tarde. Fue extraño, ya que, en ese entonces, eso para mí era temprano, aunque la verdad es que ahora también sería demasiado temprano para mí. Se puede decir que estaba impaciente. Ese día pensaba que pasara lo que pasara, iba a ser un gran día… hasta que más tarde me desengañé.

Sé que miré por la ventana del piso en el que vivía con mis padres, aunque los veía ya poco desde hacía semanas, y vi que el suelo de la calle estaba empapado, pero las nubes parecían haberse ido hacia el sur, ya sabes, donde están esas montañas que, sin saberlo en aquel momento, separan mi antigua ciudad del lugar en el que ahora nos encontramos. Parecía un día triste, pero no me importó porque estaba cegado por la ambición. Pero pronto se pasó parcialmente.

Estaba saliendo por el portal del bloque cuando de repente sonó mi teléfono. Era Lorenzo, un compañero de juergas que conocí gracias a Cruz, probablemente estaba enterado de lo que teníamos pensado.

-Por dios Loren, que quieres a esta hora, espero que no…-Respondí directamente al teléfono con un tono sarcástico, hasta que me interrumpió.

-¡No, tío! ¡Es Cruz, está en el hospital!

La expresión de mi cara frente al portal de mi casa estoy seguro de que debía asustar en ese momento. No me lo podía creer, hacia menos de 24 horas estaba hablando con él con la idea de pegarnos como neandertales.

-Pero… ¿qué me estás contando? ¿Qué le ha pasado? Y… ¿cuándo?- pregunté sabiendo que no había podido pasar mucho tiempo.

-Pues mira, ayer cuando volvía a su casa, parece que un coche le atropelló, se supone que ya está fuera de peligro pero se ha pegado un buen susto y va a estar ingresado allí unos días. Creo que deberíamos ir a visitarle mañana, cuando esté más estabilizado y todo eso…

-Oh… claro que sí, mañana espérame en la parada de siempre y cogemos el autobús directo al hospital.

Estaba a punto de derrumbarme, pero mi orgullo me lo impedía, la verdad ya creía entonces que era algo insensible, ahora sé que es casi todo lo contrario.

No sabía que podía hacer, me sentía impotente y sin ganas de nada, lleno de furia y aún no sé si fue por lo que le habían hecho a Cruz, porque no podría solucionar rápido mis problemas o porque, por una vez, me sentía incapaz de controlar la situación.
Anduve despacio sin rumbo por la calle a paso lento. De vez en cuando no podía controlar mis impulsos y le propinaba patadas y puñetazos a contenedores, farolas y demás objetos inanimados que no tenían la culpa de lo que me había pasado. Sé que prestaba poca atención a los demás transeúntes porque estaba absorto en mis pensamientos, que ahora no recuerdo de qué trataban exactamente, pero jamás se borrarán de mi retina las miradas en las caras de la gente con la que me cruzaba, entre las que podía distinguir fácilmente miedo, extrañez e incluso asco.

También notaba como cuanto más tiempo pasaba caminando mis fuerzas y esperanzas mermaban. Ya no tenía impulsos que me hicieran golpear cosas, probablemente porque mis nudillos estaban rojos y raspados, al borde de sangrar, y entre las patadas y el camino que llevaba recorrido mis pies no aguantarían mucho. Inconscientemente había bajado la mirada de manera exagerada, encorvando totalmente la cabeza mirando al suelo y sin levantarla mientras caminaba. Entonces fue cuando me di cuenta de que solo no podía hacerle frente a nada, necesitaba a alguien en quien apoyarme, algo que nunca había sentido, necesidad de afecto. En aquel momento no sabía cómo tomármelo, por mi mente solo se pasaba la idea de que me había hecho débil y no entendía por qué. Ahora lo que no entiendo es por qué me sentía débil cuando ahora sé que era uno de mis primeros pasos para ser fuerte. Si no fuera por lo que hice después, realmente no podría decirte dónde estaría yo ahora mismo.

Ahora sabía lo que necesitaba, sabía lo que quería. Solo tenía un problema, no sabía dónde encontrarlo. Al principio pensé en mis padres. Me habían proporcionado una buena infancia, me aguantaban y estaban conmigo para todo, cosa que no ha cambiado, pero ese no era el momento de pedirles nada. Lo que yo quería era algo mayor. Puede que suene cursi, pero creo que en ese momento lo que quería era amor, aquello de lo que Cruz hablaba. Cruz… definitivamente comprendí que el día anterior pensé en una locura pero entonces muchas más locuras pasaban por mi cabeza. No sé si me vendría bien, pero no pude pensar mucho en esas locuras mientras cruzaba la calzada porque en ese momento un coche de color negro metalizado, sin aparentemente más signos distintivos, pasó casi rozándome a una velocidad exagerada para la calzada de una ciudad. Fue curioso ver como el coche hacía como que frenaba un poco después pero ni frenó completamente para ver si me había pasado algo. Ni siquiera dio señales por la ventanilla. Me pareció extraño. Además me recordó al caso de Cruz, era irremediable, ¿o a ti no te parecería sospechoso?

Pero aquello me hizo despertar un poco. Sí… entonces supe a quien quería ver. Se lo merecía y no estaba muy lejos de donde me encontraba, ¿sería cosa de eso que llaman destino? ¿sería ese destino el mismo que me ha llevado a estar aquí, enfrente tuya, contándote por qué te odio?

Comencé a caminar de nuevo, con esperanzas renovadas y esta vez con un rumbo hacia un objetivo fijo, noté como por dentro empezaba a llenarme de euforia, y eso… me hizo sentir bien por primera vez en ese día.